La aventura en moto Transpirenaica de Perpiñán a Biarritz

De Perpiñán a Biarritz, la Transpirenaica es un viaje que no olvidará, un increíble paseo sobre dos ruedas, donde cada curva revela un fabuloso panorama, entre mar, montañas, valles, bosques, ríos y cascadas. Es un viaje que comienza en las orillas del Mediterráneo y termina en las playas del Atlántico. Coja su casco y su bicicleta, y déjese llevar en un suave viaje por carretera de 5 días a lo largo de la Transpirenaica.
Día 1: De Perpiñán a Ax-les-Thermes
Comenzará su viaje en Perpiñán, una colorida y vibrante ciudad catalana que es la puerta de entrada a los Pirineos. Siguiendo la D117, dejará rápidamente atrás la llanura y se adentrará en las estribaciones de las montañas. Las curvas se hacen más numerosas, la carretera serpentea entre las colinas y los aromas de la garriga siguen persiguiéndole. Cada pueblo por el que se pasa parece congelado en el tiempo, como Maury, con sus viñedos hasta donde alcanza la vista, o Quillan, un lugar perfecto para hacer una pausa y tomar un café en la terraza.

Poco a poco, sientes la llamada de las montañas. La D117 se convierte en una auténtica carretera para motoristas, con curvas fluidas y una superficie que se pega a los neumáticos. A medida que se asciende hacia el Col de Jau, a 1.150 metros, el panorama se abre a verdes crestas y densos bosques. Al llegar a la cima, se hace una pausa para respirar el aire puro y admirar las nubes que coquetean con las cumbres. En el descenso, se atraviesan paisajes que combinan naturaleza salvaje y aldeas aisladas, testigos de una vida antaño marcada por las estaciones y las tradiciones locales.
Las carreteras hacia Ax-les-Thermes siguen serpenteando. Pasará por Belcaire y sus campos bordeados de bajos muros de piedra, y después por Roquefeuil, donde podrá cruzarse con rebaños de ganado que se dirigen a pastar. Finalmente, llegará a Ax-les-Thermes, un balneario enclavado entre montañas y valles. Aquí, todo invita a relajarse: piscinas de agua caliente natural humeantes al aire libre, callejuelas animadas y restaurantes de cocina típica de montaña. No olvide probar una trucha pescada en el río local, o una garbure, la sopa tradicional pirenaica, perfecta para entrar en calor tras una intensa primera jornada.
Día 2: De Ax-les-Thermes al Col du Tourmalet
Por la mañana, saldrá de Ax-les-Thermes por la N20, listo para afrontar los grandes puertos de los Pirineos. En los primeros kilómetros, la carretera le lleva al Col de Puymorens. A 1.915 metros, este puerto es una delicia: las curvas son amplias, las rectas permiten acelerar un poco y las vistas son impresionantes. En el descenso, el paisaje se transforma en profundos valles salpicados de torrentes y cascadas.
Tras una rápida parada en Tarascon-sur-Ariège para tomar un café y contemplar los vestigios del pasado cátaro, se continúa hacia el puerto de Portet-d'Aspet. Esta ruta más técnica está hecha para los ciclistas a los que les gustan los retos. Las curvas cerradas exigen precisión, pero cada horquilla ofrece una perspectiva única del bosque circundante. Este puerto, cargado de historia gracias a su paso regular por el Tour de Francia, le dará la impresión de participar también en este legendario evento (¡con menos dolores y molestias al día siguiente!).
La D618 le conducirá poco a poco hacia la joya del día: el Col du Tourmalet. Este mítico puerto de 2.115 metros de altitud es una verdadera prueba para los ciclistas, pero una auténtica gozada para los ciclistas. Las curvas y revueltas se extienden por un paisaje lunar en la cima, que contrasta con los valles de abajo. Se detendrá en la cima para saborear el momento, charlar con otros ciclistas y admirar la estatua del gigante del Tourmalet, símbolo de este puerto legendario. Por la noche, se refugiará en un albergue de montaña donde le espera una buena comida. No hay nada como una humeante cassoulet o un confit de pato después de una jornada como ésta.
Día 3: Del Col du Tourmalet a Saint-Lary-Soulan
Al descender el Tourmalet a primera hora de la mañana, la luz ilumina los valles. Se detiene en Luz-Saint-Sauveur, un pueblo encantador conocido por su puente Napoleón, una obra maestra arquitectónica que atraviesa el valle. A continuación, la D918, que parece una oda al motociclismo, le guía hacia el Col d'Aspin.
Este puerto, aunque no tan alto como el Tourmalet, ofrece una experiencia igualmente espectacular. Los prados están salpicados de rebaños de vacas y ovejas pastando tranquilamente, lo que añade un ambiente apacible a la ascensión. Una vez alcanzada la cima, a 1.489 metros, podrá admirar las vistas del valle de Aure antes de volver a bajar hacia Arreau.
Arreau es el lugar perfecto para un merecido almuerzo. Aquí, la gastronomía pirenaica revela todo su carácter. Una humeante garbure, un magret de pato o un pastel de arándanos le darán la energía necesaria para afrontar la tarde. Una vez saciado, continúe hasta Saint-Lary-Soulan. Esta animada estación es conocida por sus baños termales y su ambiente tranquilo. Podrá relajarse en las termas o simplemente pasear por sus callejuelas.

Día 4: De Saint-Lary-Soulan a Oloron-Sainte-Marie
Este cuarto día es una inmersión total en la naturaleza salvaje de los Pirineos. Desde Saint-Lary-Soulan, tome la D618 hasta el Col de Peyresourde. Esta carretera, tan fluida como exigente, serpentea a través de paisajes de una belleza sobrecogedora. Las curvas se suceden con una precisión perfecta, dando la sensación de ser uno con la carretera.
Una vez alcanzada la cima del Col de Peyresourde, tómese un merecido descanso para admirar el panorama. Aquí, el aire es puro, las montañas se extienden hasta donde alcanza la vista y los verdes prados están salpicados de rebaños de vacas. El descenso hacia Loudenvielle es igualmente cautivador, con curvas fluidas que conducen a este encantador pueblo donde el lago de Génos-Loudenvielle refleja las cumbres circundantes.
Si busca una parada gastronómica, Loudenvielle cuenta con numerosos mesones que celebran los productos locales. Un plato de quesos pirenaicos acompañado de embutidos tradicionales te dará energía para seguir adelante.
Después de Loudenvielle, continúe hacia el valle de Ossau, un territorio salvaje donde reina la naturaleza. La carretera, a veces estrecha y sinuosa, atraviesa densos bosques y rugientes cascadas. El lago de Bious-Artigues es de visita obligada. Enclavado al pie del Pic du Midi d'Ossau, ofrece un marco relajante para una pausa contemplativa.
Al final de la jornada, llegará a Oloron-Sainte-Marie, una ciudad que rezuma autenticidad. Su mercado cubierto y sus callejuelas empedradas le sumergirán en un ambiente cálido. Para rematar la jornada, no se pierda una comida en un mesón local. Pruebe el jamón de Bayona, la miel de montaña o la costilla a la parrilla, acompañados de una copa de Madiran o Jurançon. Es una velada que le dejará recuerdos gustativos a la altura de los paisajes que ha recorrido hasta ahora.

Día 5: De Oloron-Sainte-Marie a Biarritz
En esta última etapa, dejará atrás poco a poco las montañas para llegar al País Vasco. La D918 sigue siendo su fiel compañera, ofreciéndole otra gran experiencia de conducción. Los paisajes cambian, se vuelven más ondulados y están salpicados de pueblos típicos vascos.
Por el camino, pasará por joyas como Espelette, famosa por sus pimientos rojos colgados de casas blancas, y Ainhoa, catalogado como uno de los pueblos más bonitos de Francia. Aquí, el encanto está en todas partes: las contraventanas de colores, las plazas sombreadas y las tiendas de artesanía hacen que quiera detenerse en cada esquina.
La carretera nos lleva al Col de Saint-Ignace, un pequeño puerto pintoresco que nos ofrece una última vista de los Pirineos antes de descender hacia la costa atlántica. A medida que nos acercamos a Biarritz, el aire se vuelve más yodado y la emoción aumenta. El océano está a la vuelta de la esquina.
Finalmente, Biarritz se revela: magníficas playas, surfistas luchando contra las olas y la arquitectura única de la ciudad. Pasee por la cornisa y deténgase en el Rocher de la Vierge para disfrutar de una vista panorámica del océano. Para rematar esta aventura, siéntese en una terraza frente al mar. Un plato de axoa, o chipirones a la plancha acompañados de una copa de Irouléguy son el final perfecto para este viaje inolvidable.
Cada kilómetro de esta Transpirenaica habrá sido una aventura, y Biarritz, con su ambiente vibrante y su marco excepcional, es la conclusión perfecta.

Conclusión
La Transpirenaica en moto es mucho más que una ruta, es una aventura en varios actos, atravesando paisajes tan variados como inolvidables. Tanto si eres un motero experimentado como si solo buscas evadirte, esta ruta promete emociones y recuerdos para toda la vida.
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